PRESIDENTE CON ESTRELLA MICHELÍN
Por Mariquilla Laprimera
¡Ya tenemos presidente! La presidenta, como siempre, puede esperar. Conformémonos con la seguridad de que tan esperado momento, si es que llega alguna vez, no nos cogerá «encerradas en las cocinas» porque el recién investido Pedro Sánchez no lo permitirá. Y no sabe de lo que me alegro, porque la mía es de apenas dos metros cuadrados. Así que, de cocinas nada, fuera, fuera… que alivio: «no hagamos caso a los profetas del odio que quieren encerrar a las mujeres en las cocinas, a las personas LGTBI en los armarios y a los migrantes en campos de refugiados», dijo desde la tribuna. ¡Así se habla!
Pero me queda un resquemor: ¿De dónde le habrá venido a nuestro flamante presidente, en su discurso de investidura, la idea de censurar el machismo de Vox con tan extravagante alusión a los tiempos de Maricastaña? ¿Por qué habrá recurrido a esa caricatura tan añeja, de regreso al pasado?
Y mi duda avanza: ¿Alguien conoce a alguna votante de Vox, o de extrema derecha, confinada en su cocina o tan siquiera en su casa? Y es que habría que haberle recordado al candidato que la libertad de movimiento de las mujeres sin el permiso de los hombres -aunque no existiera en años del franquismo- hace mucho tiempo que se conquistó en este país -Sánchez no había nacido y Abascal apenas si andaba- y que salir y entrar de donde les venga en gana es ya irreversible para las mujeres mientras España no se pronuncie Afganistán.
Me inclino más bien a pensar que a nuestro primer ministro esta vez lo ha traicionado su consciente. Sí, consciente, porque en realidad quien parece haber estado confinado en las cocinas durante los últimos meses ha sido él, preparando con sus cacerolas de la Moncloa el complejo menú de su reelección presidencial, protegiendo siempre sus recetas, eso sí, por el procedimiento de la Coca-Cola. Y posiblemente tampoco seremos las mujeres sino él de nuevo, el que durante los próximos cuatro años, si quiere mantenerse como presidente, se vea otra vez enchironado entre fogones aunque ahora según se los vayan encendiendo sus socios catalanes y vascos.
Para llegar a su investidura Sánchez, desde sus cocinas, ha estado preparando también para la ciudadanía todo tipo de brebajes. Siempre en «funciones» pero con su delantal bien anudado, ha ensayado mezclas de jarabes para todos los gustos: sociales, económicos, jurídicos, económicos, lingüísticos… No ha dejado de enfrascar, de moldear; no se le han caído los anillos asando, friendo, con brío, con agallas, inasequible a las quemaduras.
Con su experiencia en el arte culinario ha salpimentado las pócimas más imprevisibles en un intento de mejorar sabores amargos, caducados, descompuestos. Ha aderezado viandas al gusto de sus comensales más caprichosos, felizmente minoritarios. Ha mezclado recetas clásicas, democráticas, con otras pintorescas, difusas, hasta conseguir mejunjes de untar. Y ha untado.
Durante estos meses y con los infernillos que le regalaron las urnas el 23-J, se ha pringado, ha engrasado con aceite, ha rebozado, se ha sentido feminista y encontrado el condimento más picante para raciones insípidas. Ha elaborado golosinas al gusto de los suyos. Corregido de sal el maná que le llegaba del exterior. Se ha visto incluso en el trance de azucarar lo agrio y acidular lo dulce.
Al tiempo que guisaba meditaba sobre sus opositores políticos, y veía cómo sus peroles bullían y se evaporaban sus recelos. Blanqueaba y aprovechaba restos, tiraba de avecrem para enriquecer sabores, agasajaba a sus ayudantes… removía y removía como si se tratase del pasado pero con cazo. El flamante cocinero ha tragado quina un día tras otro, y probado jugos avinagrados. Pero ha valido la pena -se decía- porque era su futuro lo que amasaba, su propia estrella Michelín lo que saboreaba.
El pitido de la olla exprés en la cocina monclovita ponía firmes a sus pinches, siempre alertas ante la sugerencia favorita del gran chef: ave que vuela, a la cazuela. Y bien que se han cuidado entre todos ellos de que a ninguna de las salsas de la gran comilona, la del banquete de investidura que ha resultado todo un éxito, les faltase el perejil de la extrema derecha, ese inestimable ingrediente que tan bien resulta fresco, picado e incluso gaseado.
De ahí lo de la «cocina» y el «encierro«, estoy cada vez más convencida. ¿Sabrá qué hacer este hombre cuando se le corte la mayonesa?.