CUANDO EL SEXO ES LA BARRERA LABORAL
-Los roles femeninos y masculinos empiezan a desdibujarse en el mundo laboral pero aún persisten las desigualdades.
-las mujeres apenas superan el 10 % en los puestos de poder del mundo empresarial, tecnológico y como operarias cualificadas.
-Mujeres del Sur analiza en primera persona la desigualdad de género en el mercado laboral a través de los testimonios de cuatro mujeres y un hombre.
Por Melchor Villalba Lechuga
Rosa para ellos, azul para ellas; mujeres camioneras y melenas en las filas del ejército; manos rudas haciendo la colada y uñas acrílicas que mezclan cemento; la hoz en femenino y los cuidados intensivos, en masculino… Son algunos ejemplos del cambio que se está produciendo en la sociedad a base de esfuerzo y reivindicaciones. Un proceso lento, que todavía se dibuja con pinceladas de desigualdad.
Es difícil encontrar argumentos a la desconfianza impuesta a aquellas mujeres que se salen de labores rutinarias y de cuidados personales, y a los hombres que dejan la fuerza física a un lado. Un perjuicio, a caballo entre la tradición histórica y el estereotipo de género.
Y aunque es verdad que en la actualidad aun hay profesiones que se consideran masculinizadas o feminizadas, no es menos cierto que «los moldes están para romperse, y cuando nos salimos de ellos, empieza la curación», como bien dice el artista chileno Alejandro Jodorowsky. Tal vez por eso, cada vez más, elegimos un trabajo por vocación profesional en vez de por imposición social.
A pesar de que el progreso está claro, como también la diferencia con los prejuicios de décadas anteriores, Mujeres del Sur ha conversado con cuatro mujeres y un hombre que desarrollan su labor profesional en un trabajo que los enfrenta a clichés de género y a un mercado laboral desfavorable, en el caso de las mujeres:
IMPOSIBLE CONCILIAR
Emilia Godoy trabajó como soldadora en una antigua fábrica de Jaén. Su tío ya le avisó de las críticas y burlas que podría recibir, pero decició valiente enfrentarse a ello porque «el trabajo era bueno y pagaban bien». Se había quedado viuda y tenía que salir adelante:
– «Mientras me colocaba el mono de trabajo escuchaba a mis compañeros referirse a mí como la machorrilla o la buscona”.
En la fábrica trabajaban entonces 300 hombres y solo tres o cuatro mujeres:
-“Hay algo que nunca se me olvidará, y es que se referían a nosotras como las nenas y cuando nos regañaban, había un encargado que nos decía que nos iba a dar con un llavero de polla que tenía. Así de asqueroso era, pero nos teníamos que callar”, recuerda con tristeza la soldadora jiennense.
Emilia es capaz de relatar numerosos episodios en los que se sintió discriminada por ser mujer en esa fábrica de soldadura, como que en las actividades de coger peso siempre le ofrecían ayuda argumentando que ella era más floja:
–“Venían haciéndose los hombretones y si algún día te notaban más decaída, te preguntaban riéndose que si estabas con la regla”, añade.
Emilia Godoy recuerda con exactitud el momento en que se dio cuenta que su trabajo tenía fecha de caducidad:
– “Me quedé en estado e intenté ocultarlo, pero es algo que no se puede ocultar durante mucho tiempo”, dice con pena, y a los cuatro meses la despidieron sin más explicaciones.“Les rebatí que nunca les había dado ningún problema y que por favor, me dieran otra alternativa: una baja temporal o el traslado a la oficina. No contemplaron nada, me regalaron una cestita azul para el bebé y me dejaron en la calle”, lamenta enfadada.
Actualmente, Emilia Godoy trabaja en un sector feminizado: la industria textil. Sin embargo, su pesadilla, ocurrida hace más de diez años sigue vigente hoy en día, como afirma Teresa Corral, periodista de Hoy de Extremadura especializada en asuntos de género:
-«La segregación laboral por género es un problema real. En las estadísticas se visualiza cómo las mujeres ostentan un mayor número de contratos temporales y cómo los hombres cuentan con un contrato fijo de forma genérica. Además, la mujer suele provocar más desconfianza y a la hora de contratar se rechazan muchas más mujeres que hombres».
Ana Quijada, miembro del Gabinete Provincial de Asesoramiento a la Convivencia Escolar y de Igualdad en la Delegación de Educación de Jaén, no considera que sea un problema de autoestima o baja confianza, sino de construcción como persona:
-“Nos han construido a los hombres y a las mujeres de manera diferenciada y al final, somos y estamos de esa manera. A las mujeres nos han inculcado que tenemos que estar en un segundo plano, que si trabajamos fuera de casa tenemos que lidiar con las tareas del hogar sin abandonar nada porque si no se nos culpabiliza por ser malas madres, compañeras, hijas o hermanas. De modo que cargamos una mochila tanto familiar como social, y complementar estos dos espacios es muy complicado si no existe corresponsabilidad”. Añade también que “la mujer siente la necesidad de demostrar que es buena en ese trabajo mientras que el hombre no siente esa necesidad”, es decir, se asume que todo el mundo piensa de la misma forma y así se instaura, una vez más, el fatídico cliché».
ESTEREOTIPO SOCIAL
Esa construcción social de la que habla Quijada no solo es cultural, también educacional y así lo expone Nieves Cledera, psicóloga especializada en género:
-“El problema parte de la educación y los valores que le inculcamos a los menores. Les hacemos aceptar desde pequeños lo que es de hombres o mujeres, y que los altos cargos o la mayor responsabilidad recae, en la mayoría de los casos, sobre ellos. Me parece una aberración porque a las mujeres nos ha costado mucho luchar a lo largo del tiempo para sentirnos realizadas profesional y familiarmente, para que ahora nos encontremos con un muro de entramado machista”, critica enfadada.
LAS MISMAS CAPACIDADES
En en el último trimestre de 2020, según la EPA, tan solo un 10% de la población femenina se encontraba ocupada en la soldadura, frente a una aplastante mayoría masculina. Emilia Godoy, soldadora:
-“Quiero pensar que la situación está mejor que cuando viví todo eso. Aún así, creo que la mujer sigue teniendo que demostrar mucho más lo que vale y que la maternidad solo supone un obstáculo para nosotras, no para los hombres. Y sin embargo, recalca, todas las personas tienen las mismas capacidades para hacer un determinado trabajo. Solo hay que querer hacerlo.»
CUANDO MANDAN LAS MUJERES
Ana del Prado Camacho es una de las dos únicas ingenieras acústicas que realizan trabajos de medición en la provincia de Jaén, según el registro de Entidades y Laboratorios de control de calidad de la edificación. Graduada en Ingeniería de Telecomunicaciones y especializada en Imagen y Sonido, hoy en día cuenta con su propio estudio de medición de ruidos y contaminación acústica: Doppler:
–“Vi clara la oportunidad cuando la Junta de Andalucía decidió cambiar la normativa respecto a la contaminación acústica”, afirma la ingeniera.«No ha sido fácil, dice recordando un día en que sus indicaciones no fueron bien recibidas al visitar una construcción donde la mayor parte de la cuadrilla eran hombres.»¿Quién eres tú para decirme cómo poner un ladrillo si no has puesto uno en tu vida?,» le espetó un albañil. «Yo no sé cómo poner un ladrillo, contestó segura la ingeniera, pero sí se cómo se tiene que poner para que cumpla, a posteriori, con una buena insonorización y que todo el trabajo sirva para algo”.
Ana del Prado agradece que sus padres la hayan educado en lo que ella denomina una infancia sin género, alejada de roles y estereotipos:
-“Al final, la profesión que escoges, en gran parte, es la consecuencia de lo que aprendes desde pequeño. Lo importante durante el desarrollo personal es la cantidad de opciones que se abren en el abanico, incluyendo aquellas que están socialmente vistas como pertenecientes al género opuesto”.
Volviendo la vista atrás, a su etapa estudiantil en la Universidad de Málaga, recuerda que era una de las pocas mujeres de su clase. De hecho, afirma que en torno al 85% de la clase eran chicos y que la mayoría de las personas que abandonaron la carrera, sobre todo durante los primeros meses, fueron mujeres”.
Corrobora esos datos Ana María González, profesora de la Universitat Autònoma de Catalunya, quien afirma, en un estudio sobre mujeres en carreras tecnológicas, que
-“la representación de mujeres en ingenierías es menor respecto al hombre, ya sea como docentes o como estudiantes. Algo que ocurre porque las mujeres tienen intereses plurales en el ámbito familiar y no solo en lo profesional, lo que les dificulta e impide seguir el ritmo de sus compañeros”.
MUJERES EN EL MUNDO RURAL
María José Moreno Civantos es una joven agricultora del municipio jiennense de Campillo del Río que ha vivido en propia piel cómo otra persona subestimaba su trabajo solo por una cuestión de género:
-“Recuerdo una situación desagradable durante una jornada de recogida de hortalizas en la que me sentí desvalorizada como mujer y como trabajadora. Mi padre, jefe del cultivo del que formaba parte, no pudo asistir ese día a su labor, por lo que decidió cederme el testigo. Al ver el cambio, uno de los trabajadores me preguntó cuál sería el trabajo de ese día, y a pesar de explicárselo detalladamente, decidió llamar a mi padre para corroborar que lo que yo le había dicho era correcto. Todo esto, seguido de una cadena de negativas y desobediencias por parte del trabajador durante toda la jornada laboral”, comenta molesta.
María José Moreno, además de agricultora, es graduada en Terapia Ocupacional, especializada en la rehabilitación del enfermo neurológico.
“En los últimos años, he podido conciliar el desarrollo profesional de mi especialidad con la mano de obra que necesita mi familia en nuestro propio cultivo”, dice.«De manera esporádica, se pueden encontrar algunas mujeres en el sector de la agricultura, a las que además les gusta desempeñar este trabajo, pero son una minoría frente al patriarcado”.
Sobre esta cuestión incide Ana Quijada González, miembro del Gabinete Provincial de Asesoramiento a la Convivencia Escolar y de Igualdad en la Delegación de Educación de Jaén, quien considera que este proceso de segregación laboral que ha dado lugar a profesiones para hombres y para mujeres:
-“no se ha hecho de manera consciente, sino inconsciente, porque se ha naturalizado al creer que somos diferentes por naturaleza y no por cultura. “Esta actitud lleva a que -como en el caso de María José Moreno- la mujer tenga que demostrar más que el hombre en las laborales masculinizadas”.
También Moreno recuerda situaciones ocurridas en ambientes cercanos a ella cuando, por ejemplo, presenció cómo en una campaña de recogida de aceituna había mujeres que eran despedidas por no ir acompañadas de sus cónyuges o, en otros casos, sustituidas por las esposas de los hombres que ya formaban parte de la cuadrilla.:
-“Es más difícil encontrar tu sitio en la aceituna si no vas acompañada de un hombre, y esto ha sido siempre así. Y en caso de ser aceptadas, siempre desempeñamos las labores que requieren menos esfuerzo. Aún queda mucho por luchar para conseguir una igualdad en la agricultura”.
Tanto es así, que el INE, en sus últimos datos de ocupación activa en la agricultura según el sexo, refleja que más de 314.000 puestos de trabajo separan el número de hombres ocupados en esta profesión del de las mujeres, por lo que se puede afirmar sin lugar a dudas que ésta es una labor muy masculinizada.
María José Moreno sueña con que llegue el día en el que la incorporación y la presencia de la mujer en trabajos como la ingeniería o las fuerzas armadas, así como del hombre en la enfermería o las labores del hogar, sea algo común y corriente y sobre todo, socialmente aceptado.
VÍCTIMAS DE UNA SOCIEDAD MACHISTA
-“Soy Rafael Moreno Guzmán, tengo 47 años y después de haber pasado por la construcción y la metalurgia, ahora trabajo como auxiliar de ayuda a domicilio”.
Así comienza el relato de este hombre que realiza uno de los trabajos más feminizados que existen en la actualidad:
-“En muchas ocasiones, daba igual lo que me esforzara porque era insuficiente y no se me valoraba. Además, a veces no se me ha dado una oportunidad porque se da por hecho que al ser un hombre en un trabajo de mujeres, no voy a saber hacerlo”, declara el auxiliar. “He tenido que soportar en demasiadas ocasiones que me digan que trabajo en una profesión de mujeres y me he sentido rechazado por muchos usuarios por no ser una mujer”, confiesa decepcionado.
Ana Quijada parece tener la respuesta a esta conducta. Según la experta en igualdad de género, “la sociedad es machista, hombres y mujeres por igual”:
–Digamos que, en nuestro cerebro, necesitamos ubicar la información. ¿Qué hacemos para esto? Utilizamos una frase universal, como que todos los hombres son despistados, por ejemplo, y esto hace que, cuando un hombre tiene cualquier despiste, se cumple lo que se espera de él. Si en caso contrario no lo cumple, ya se sospecha que ese hombre sea un hombre de verdad. Y esto es lo que hacemos, categorizar el comportamiento”.
Según datos del INE, desde 2005 hasta hoy, el número de hombres dedicados a la asistencia a domicilio no ha superado los 25.000 trabajadores anuales en España, frente a las más de 200.000 mujeres que desarrollan esta labor.
“Mi trabajo se ha basado en demostrarle a los usuarios y a la empresa que estaba a la altura de cualquier otra trabajadora”, reconoce Rafael Moreno.
MUJERES EN EL EJÉRCITO
Noelia Orozco ingresa en la Academia General Militar de Zaragoza en 2002 y, tras una dura oposición, se licencia como alférez de la especialidad fundamental de transmisión del ejército de tierra. Posteriormente, asciende a teniente y luego a capitana, aunque actualmente se encuentra en excedencia, desde 2018.
Orozco es uno de esos casos poco frecuentes en los que una mujer alcanza un alto cargo dentro de una profesión masculinizada como el ejército, puesto que según la EPA, en el último trimestre del año 2020, tan solo un 10% de las personas que conformaban las filas del ejército eran mujeres. Pero la malagueña reconoce haber vivido momentos muy complicados. -“A la mujer, al ser minoritaria en las fuerzas armadas, se le tiene cierta desconfianza o estás en el punto de mira en más ocasiones”, reconoce la capitana.
Noelia Orozco recuerda con coraje cómo sus pruebas de ingreso al entramado militar eran menos exigentes para ellas que para ellos.
-“Creo que el hecho de hacerlo así podía suponer el ingreso de un mayor número de mujeres, pero a la hora de la verdad,era perjudicial para nosotras, porque todo el mundo sabía que eran unas pruebas más fáciles”, critica. Sin embargo, lo más molesto para Orozco era sentir que tenía que dar demasiadas explicaciones. “Mi entorno más cercano lo afrontó con normalidad y me apoyó en todo momento. Sin embargo, hubo ciertas personas a las que tuve que explicar reiteradas veces por qué quería ingresar al ejército militar y no a todas le servía el gusto por las fuerzas armadas como argumento. Me hacían sentir que era rara y en todo momento tenía que encontrar un motivo superior para convencer de mi decisión”.
ANSIEDAD Y BAJA AUTOESTIMA
Nieves Cledera, psicóloga experta en Igualdad, justifica que “cumplir los mismos objetivos que tus compañeros varones, y en ocasiones superarlos sin que exista una remuneración o reconocimiento, aboca a la mujer a un estado de ansiedad y baja autoestima”.
FALTA DE CONFIANZA
Teresa Corral, periodista especializada en Género, asegura que esto causa “baja desconfianza para la mujer al desempeñar su labor”. Para la militar, la solución se basa en tener confianza en sí misma y en tomar ejemplos de personas que hayan conseguido su trabajo soñado.
Aunque en menor medida, la discriminación por motivos de género en el ámbito laboral, no es algo de antaño o de trogloditas, sino que existe y está -por desgracia- bastante presente en nuestro día a día.
España ocupa el puesto 23 de un total de 35 en el ranking de países por número de mujeres directivas, algo arcaico y abrumador. Quizás sería interesante asomarse a la ventana europea y tomar ejemplo de países no tan lejanos como Islandia o Finlandia que, según el Índice Global de la Brecha de Género de 2020 del Foro Económico Mundial, ocupan el primer y tercer puesto respectivamente. La igualdad entre hombres y mujeres en estos países supera el 85%. Islandia aprobaba en abril de 2017 una ley con la que se ponía fin a la brecha salarial de género que obliga a las empresas a demostrar que no discriminan a las mujeres con salarios más bajos que los de los hombres, en el mismo puesto de trabajo.
El 13 de octubre de 2020, el gobierno español aprobaba dos decretos ley para garantizar la igualdad entre mujeres y hombres en el ámbito laboral.
Y a pesar de que solo eran planes de futuro, la ministra de Igualdad, Irene Montero, apuntaba que “somos conscientes de que la desigualdad existente se acentuará aún más tras la pandemia de la Covid-19, por lo que si no se hacen políticas públicas para evitarlo, el peso de esta situación de emergencia volverá a recaer sobre las mujeres, y sobre todo, pueden producirse retrasos y retrocesos de muchos años en el acceso efectivo a sus derechos laborales y sociales”.
Parece que poco a poco España está poniendo toda la carne en el asador para acabar con la discriminación y el estereotipo. Pero es indiscutible afirmar que queda mucho por hacer. Entre otras cosas, educar a los más pequeños para que de adultos conviertan España en un país sin prejuicios ni clichés, donde no sorprenda ver a una mujer camionera con un mono azul o a un hombre con el pelo rosa asistiendo a enfermos. Sencillamente, un país donde hombres y mujeres sean libres e iguales.